¡Mirá para arriba!

¡Esperá, esperá, perá! ¡No subas! Yo sé que la señora de atrás te grita, que el tipo de al lado se te quiere colar y que la oficinista de tacos te mira con bronca de reojo como pensando: “¿Y a este tarado qué le pasa?”. Pero vos no subas.
Cuando los bocinazos y las frenadas vuelvan a oírse, cuando el vaho se disipe con smog, cuando la luz solar reemplace a la lúgubre luz del subte, entonces pará de subir y mirá para arriba. Si tenés una baranda a tu alcance, agarrala fuerte y recién, recién ahí, sin bajar la cabeza, subí.

Embajada Astro- Húngara

Me ha contado un arquitecto la historia de este edificio. Fue construido en 1910 por el arquitecto Ronnow. Por el emperador Astro- Húngaro y la emperatriz Sisi.
Fue levantado con una ideología marxista. Los grandes atlantes son los trabajadores (se pueden ver las herramientas de trabajo en sus manos), que sostienen al mundo. Sobre sus cabezas, la burguesía con forma de pingüinos, hoy casi desaparecidos de los balcones donde solían estar. Sobre éstos, las águilas representan el poder militar; los faldones de las cúpulas, el clero, y finalmente, coronando las alturas, los remates de las cúpulas en forma de corona y de (en mi parecer) sol radiante, simbolizan al emperador y a la emperatriz.

Colapso de la ciudad

Que el centro de Buenos Aires ha colapsado, no es noticia de la que los porteños y los habitantes del conurbano no se hayan enterado.
Tomarse un colectivo en esa zona, a cualquier hora, significa avanzar seis cuadras en veinte minutos, y ni hablar en horas picos, y todo eso, si uno tiene la suerte de que no hayan desviado el recorrido.
Viajar en auto no es mucho más placentero. Por un lado, tenemos rápidas y cómodas autopistas que terminan en embudo al llegar al centro, logrando, en horas picos, el colapso de las vías de tránsito. Por otro lado, la falta de espacios libres para estacionar, lleva al arbitrio de los estacionamientos en cuanto a los costos de las cocheras. Con sólo alejarse del trajín de la zona céntrica las tarifas decrecen sensiblemente en valor.
Pondrían pensarse políticas viales que desalienten el uso de los automóviles privados para el acceso al centro alentando el transporte público. Pero ésto, en mi opinión, haría colapsar, a este último medio de transporte, ya de por sí colapsado.
Lo que encuentro más adecuado hacer, como solución, es descentralizar. La zona sur, Barracas, La Boca, disponen de sobrado espacio para absorber diferentes tipologías hoy no muy caracterizadas en la zona (viviendas, comercios, oficinas); cuentan, a su vez, con redes viales cómodas que podrían repensarse y adecuarse a un nuevo cambio.
Las zonas aledañas a autopistas, como la Panamericana, también han sido elegidas por diferentes empresas para ubicar sus oficinas, siendo ésta otra manera de descentralizar, sirviéndose del concepto de que si una persona tiene un automóvil para llegar al centro, entonces también puede viajar por autopista.
Creo también importante considerar, que una descentralización del centro y microcentro de Buenos Aires no sólo plantea una solución a nivel transporte, sino que contempla factores sociales, económicos, de infraestructura, edilicios y ecológicos.

Iglesia San Andrés










La Iglesia presbiteriana San Andrés, ubicada en Av Belgrano 579 tiene una salida lateral hacia la calle Perú, justo entre el edificio de la Secretaría de Cultura y el conocidísimo boliche "Rey Castro". Lo peculiar de toda esta historia, es que dicha salida no tendrá más que tres o cuatro metros, resultando, a mi parecer, más interesante que la casa mínima, ubicada en el pasaje San Lorenzo, por un lado. Por otro, su estilo es tan diferente y contrastante al sus vecinos, que genera, a los ojos de los transeuntes menos apurados, un choque visual entre absurdo y cómico.

Estacionamiento en calle Defensa

En la calle Defensa al 500, casi a mitad de cuadra, hay un estacionamiento vacío. Un enrejado de trama abierta lo separa, sobre la Línea Municipal, del atolladero de la calle Defensa. Con todo lo que esta calle ofrece (casas de antigüedades, centros culturales, edificios históricos, negocios, ferias), un estacionamiento no es atracción, a menos que seamos curiosos y nos interese ver siempre lo que pasa hacia adentro, más allá de los muros de las fachadas, más allá de las ventanas abiertas, más allá de la propiedad privada, de lo que no nos correspondería ver, hasta las cocinas, hasta los cuartos, hasta las manías de los habitantes, si es posible hasta los fondos de manzanas, hasta las otras calles paralelas, hasta los patios internos, bah… hasta todo.
Iluminada sólo por la luz de la calle, una gran superficie vacía de autos, de cosas, de gente, pero llena de basura. Sí, de basura. Me imagino la situación en blanco y negro. Cada bolsa, cada botella de gaseosa, cada envase de galletitas, todo acomodado, como con un ritmo, un orden. Todo sobre el piso de cemento. Nada se mueve, ni el viento quiere entrar en esta imagen inmóvil de decadencia, de desinterés.
Miles de turistas caminan por estas veredas y probablemente no vean hacia adentro. Aunque a mí me parece que debería ser un punto más en sus recorridos. “Pasen, miren, señores turistas, ésto también es Buenos Aires”.

Frío polar


Frío polar
Hay un cartel de heladeras en un edificio de la calle Perú casi Av. Belgrano, justo enfrente al edificio que debía haber sido la embajada Astro-Húngara a principios de siglo XX. En este aviso de 1939 puede leerse:”Heladeras Polaris. Frío polar en su hogar.” Y aparece una dirección: Perú 362. Su imagen muestra una heladera enchufada a la zona polar (supongo que es lo que quieren mostrar) de un planeta Tierra con ojos, nariz y boca que no parece muy contento (tal vez porque no le resulta muy gracioso los gases tóxicos que usaban los refrigeradores. En fin, no creo que sea por eso que no parece contento).
El aviso parece de los años cincuentas o sesentas. Y tal vez lo sea ya que está pintado sobre un edificio antiquísimo recuperado por la Secretaría de Cultura y donde ahora funcionan, supongo, oficinas de la misma. Lejos de ser un capricho, la subsistencia de dicho aviso, la encuentro expresa, muy a propósito, como si al refuncionalizar el edificio hubiese existido una intención de conservar también parte de la historia escrita en sus paredes. Sólo en paso del tiempo deterioro su superficie.

El “patio porteño”, hueco que quedó sin edificar o que fue víctima de las normas edilicias de nuestros códigos de edificación, en la esquina de Av. Belgrano y Perú nos delata la presencia, desde varias cuadras atrás, del susodicho cartel decida recuperar el edificio.

Calle Piedras


Piedras es una calle que me gusta. Tengo una sensación: a partir de Bolivar, hasta pasada la Av. 9 de Julio, todas sus paralelas se van domesticando, volviendo más sencillas, menos formales, menos comerciales.
Piedras es tectónica. No sé por qué me genera esta impresión. Varias veces camino por ella y no logro exlicarmelo. Serán sus edificios, sus negocios. Sin embargo, nunca pasa de ser una impresión.
Hay un edificio, "el Mejicanito", como yo lo bauticé, en Piedras e Hipólito Yrigoyen, cuya cúpula me recuerda a los sobreros de alas grandes mejicanos. Sé que también podría asimilarse a un bebedero de aves (más, tal vez, que a un sombrero). De un modo u otro, es una cúpula que me gusta ver.