Visiones bizarras de una realidad que nunca va a pasar

Experiencias evasivas

1
Recuerdo una vez que nos mostraban unas diapositivas en una clase teórica de mi facultad. Ciertamente las luces del aula estaban apagadas para poder ver mejor las imágenes. De repente Marigu nos mostró la foto de una ventana sacada desde el interior de una habitación en algún lugar de América, si no mal recuerdo, de tal vez veinte años atrás.
A través de esa ventana entraba la luz diurna y por lo tanto la pared que la contenía se veía oscurecida. Y entonces, esa luz de hacía probablemente veinte años atrás de algún lugar de América, iluminaba el aula donde estábamos nosotros, los alumnos, veinte años después y en Buenos Aires.

2
Estaba en Lima. No en la ciudad, sino en la calle Lima, en Buenos Aires, en la casa donde vivían mis viejos y mis dos hermanas más chicas. Estaba en el piso séptimo, en el departamento. Aquí se da una situación bizarra: estás en pleno centro pero tenés vista de las copas de árboles porque Lima es una de las calles paralelas a la avenida 9 de Julio que tiene casi cien metros de ancha (contando los bulevares y las calles colectoras – entre ellas Lima es una).
No recuerdo bien la orientación, pero esa tarde (o mañana, no lo recuerdo) el sol apuntaba casi bajo en los edificios, entraba por el living del departamento y bañaba de luz la biblioteca, el televisor y los sofás de pana verde. Al otro lado de la calle los edificios estaban ya entrando en penumbras – el sol ya los había bendecido a la mañana, o lo haría a la tarde – a excepción de uno que parecía tener su propio sol particular, o estar apuntado por inmensos spots de luz artificial. Parecía ir a contramano de todo el resto de edificios que lo acompañaban quieta y relajadamente en su cansancio de mansardas, cúpulas de cobre y curtains walls. Era el único que estaba iluminado mientras que los otros sólo tenían sombras. Y dicho estado no ocurría sino porque de este lado de la calle había un edificio de oficinas de revestimiento de vidrio que reflejaba la luz del sol. La situación era incongruente, cuando debía estar en sombras también recibía luz. Era como si hubiera surgido un nuevo sol, o como si los ejes cardinales se hubiesen mezclado con la gracia de un capricho infantil y ahora todo fuese Norte. 15-10-2006

Ampliación edificio de la Fundación Proa


Para todos aquellos a los que les gusta la buena arquitectura europea les recomiendo ir a la nueva ampliación de la Fundación Proa en La Boca que estuvo a cargo del estudio italiano Caruso-Torricella. Allí encontrarán, sin exagerar, los guiños de una arquitectura que se ve en las revistas del viejo continente.
La ampliación es claramente una obra extranjera. Hecho que se nota en la gran modestia de sus creadores. Los argentinos tenemos un gusto por exagerar el diseño, el diseño gráfico, la comunicación. Cuanto más mejor. El valor principal d esta obra de italianos en La Boca es que ellos se toman el diseño con calma. No es más sino mejor. El cuidado de los detalles crea una atmósfera díafana, sencilla pero a la vez cargada de una elegancia extrema.
Al caminar por las salas se aprehende la idea de un recorrido asimétrico, no lineal para observación y contemplación no sólo de las obras de arte sino también del edificio. Y así éste se convierte en obra de arte más. Desde las escaleras que van uniendo los pisos se pueden tener otras visiones de las obras, de las salas y de las vistas al paisaje de la rivera. El proyecto consistía en la remodelación de la fundación, establecida en una casa de fines del siglo XIX, junto con la ampliación hacia dos edificios vecinos. Claramente existía la intención de revalorizar lo antiguo con lo nuevo remarcando el paso del tiempo. Una manera de lograrlo fue uniendo lo rústico -que se observa en la columnas del primer edificio dejadas con la pátina que les fue dando el tiempo, la oxidación en algunos materiales, por ejemplo- con lo moderno. El uso de hormigón dejado a la vista, de manera rústica, lo mismo que los pisos de madera, se combina con líneas modernas. La materialidad juega un rol importante en la expresión del edificio. Ella habla de tiempo, de lo rústico, de lo que tiene que verse o traslucirse, de las sensaciones, de la calidez o de la falta de ella. La ampliación fue una obra bien pensada.
Probablemente no haya sido arbitraria la elección una muestra de Duchamp para inaugurar este nuevo edificio que podría ser obra de arte en si mismo, muestra que se titula: "Marcel Duchamp: Una obra que no es obra de arte".

Crónicas de las ciudades. Visita a Rosario.

Como Crónicas porteñas es un blogg que habla sólo de Buenos Aires, he creado uno nuevo donde voy a hablar de mis visitas a otras ciudades.
Conózcanlo:
http://cronicasdelasciudades.blogspot.com/
El relieve donde se asienta la ciudad de Buenos Aires habla de una geografìa bastante accidentada, con riachos y zanjones de costas meandrosas y con ciertos sectores donde los niveles del terreno son más elevados que otros. Dichos sectores, gracias a su caracterìstica de tener mayor altitud con respecto a otros, fueron elegidos para ubicar grandes contenedores de agua para el abastecimiento de la ciudad.
La hidrografía de Buenos Aires está llena de ríos, arroyos, zanjones, muchos de ellos inconvenientemente entubados y, por ende, causales de inundaciones en algunos barrios de la ciudad. Los zanjones más pequeños, que corrían a través de todo el terreno, debieron taparse por cuestiones de higiene a fines de 1800.
Buenos Aires nació gracias al río. Los terrenos elegidos por Pedro de Mendoza y luego reelegidos por Garay no eran lo más convenientes en cuestiones defensivas para el asentamiento de una ciudad por los años de las dos fundaciones. De hecho, el auge de Buenos Aires no se dio hasta el 1700, cuando, por su característica de Puerto de conexión con Europa, su suerte cambió para siempre. La pequeña aldea creció y se convirtió en fastuosa ciudad. Fue su geografía y su hidrografía, a veces olvidada, la que le permitió a veces mantenerse, a veces crecer. Ejemplo de ello son los aguateros, que extraían agua del río y los aljibes, que recibían y contenían el agua de lluvia, ejemplos que nos cuentan el poco esfuerzo (comparado con otros países y ciudades del resto del mundo) que significó la obtención de agua en los primeros tiempos de la ciudad.
Los zanjones pasaban, en ocaciones, dentro de las propiedades privadas. Recordemos que la traza de Garay, de las Leyes de Indias, fue superpuesta arbitrariamente, como era costumbre para la gestación de nuevas ciudades, sobre una geografía ya existente.
Si pudiéramos imaginar la ciudad sin ciudad, si pudiésemos escanear el terreno, encontraríamos una similitud con un queso gruyere: túneles, aljibes, cisternas, sótanos, excavaciones para fundaciones, túneles de subterráneos. Buenos Aires tiene una vida por encima y por debajo del nivel del terreno construido; la última, casi desconocida.
Por otro lado, también existe el aporte de los jesuitas a este gran queso gruyere con los túneles excavados hasta su expulsión durante el siglo XVII.

Un link con más datos de la geografía de Buenos Aires:
http://www.primerabuenosaires.com.ar/?p=33#more-33