Delta del Tigre




Como en otra oportunidad, cuando me permití hablar de San Isidro a pesar de que Crónicas Porteñas es un blog exclusivamente de la ciudad de Buenos Aires, hoy hago lo mismo. Y es para hacer referencia a las tierras meandrosas del delta. Aquí, la vegetación exuberante de robles, eucaliptos, sauces, casuarinas, cañaverales, juncos, camalotes, hortensias, jazmines, orejas de elefante, palmeras entre otras especies, inunda durante todo el año de verde las costas de los mansos arroyos y ríos del delta. Las aguas, que por transportar barro y sedimentos toman un color amarronado grisáseo, repiten día tras día cíclicamente su movimiento de baja y pleamar. El aire viene cargado con un dulce aroma a plantas. En verano, las sombras que se forman bajo los árboles son abrigo del calor agobiante. Los días de descanso los remeros emprenden travesías, solos o acompañados, en gallardos botes de madera; los remos, pintadas sus puntas de diferentes colores según el club al que pertenezcan, se sumergen una y otra vez obstinadamente en las aguas opacas.
La geografía de Tigre, la vegetación, el aire fresco, o tal vez los cursos de sus ríos que van lentamente avanzando por entre las costas, parecen absorber las preocupaciones y los nervios. En Tigre todo es calma. Pero también en Tigre la naturaleza dispone, y es inmutable directora sobre los quehaceres del ecosistema. El hombre es un huésped que se ve obligado a respetarla. Inútil es preocuparse si la maleza crece desmesuradamente, o si la corriente avanza con fuerza, o si las tormentas en su capricho arrancan árboles o se llevan despistadas los muebles de jardín que quedan sin atar. Así es Tigre: genuinamente natural a pesar de su cercanía con la ciudad.
En el delta del Tigre existen varias cabañas para pasar algunos días de tranquilidad. Recomiendo el complejo “Bahía Paraíso”. Son cabañas de madera instaladas con todas las comodidades de la ciudad pero en medio de un ideal entorno natural. Linkeo la página para que hagan sus averiguaciones: http://www.bahiaparaiso.com.ar/
Me gustaría reproducir el perfume fresco del río pero escasamente puedo mostrar algunas fotos sacadas al pasar. Creo que este lugar es el único donde uno puede da libre albedrío al disparador de la cámara de fotos. De una u otra manera las imágenes siempre quedan bien.
Recomiendo una vuelta por allí.

Maquetas...

Buenos Aires también puede ser una creación personal, mía, por ejemplo, puede tener, en algún punto, la forma que quiera darle, puede ser chiquita y hasta convertirse en maqueta.



http://www.flickr.com/photos/cronicasportenas/sets/72157622945003189/5003189/

Fotos de Buenos Aires

Buscando una manera de aumentar la cantidad de fotos que pueda subir en mis entradas (generalmente siempre quiero poner más de las que me permite cada entrada) he decidido crearme una cuenta en Flickr. Allí iré linkeando las fotos que por su cantidad sobrepasen la capacidad posible aquí, en mi blog.
Mi primer galería es de fotos de Buenos Aires. Les pido que me tengan paciencia; ya iré mejorando la configuración de mis galerías y de mi perfil en Flickr.
Saludos y disfruten estas fotos:
http://www.flickr.com/photos/cronicasportenas/

Tesoros de Buenos Aires

En mis recorridos por Buenos Aires, que suelo tomar los fines de semana cuando la ciudad está tranquila, voy descubriendo cosas. Llevo mi cámara a fin de documentar lo que encuentro.

Hoy, por ejemplo, justo antes de que un diluvio se estrepitase sobre las calles de Buenos Aires, cuando pasaba por un edificio que está en refuncionalización desde hace casi un año -es un edificio peculiar ya que tiene un pasaje por dentro hacia donde miran los locales que alguna vez funcionaron allí, en la planta baja- vi gente dentro y pregunté si podía entrar. El guardia me dijo que sí, pero que la exposición ya estaba terminando. Consulté entonces con dos chicas muy agradables de qué exposición hablaba el señor y ellas me contaron que se habían expuesto objetos encontrados durante las excavaciones que se estaban haciendo en el lugar. Sobre dos mesas improvisadas de caballetes yacían trozos de lo que yo supuse habían sido antiguas vasijas, platos y vasos de cerámica.

La obra del futuro hotel que funcionará allí debía haberse parado al encontrarse estos tesoros del pasado de la ciudad, pensé. Las chicas ya estaban guardando todas las piezas que se habían expuesto y yo aproveché para sacar fotos de las excavaciones y del sitio.

El guardia no debe haber entendido mi fascinación al sacar fotos de una obra en plena construcción. Yo estaba encantada: había descubierto un pedacito más de Buenos Aires oculta y antigua, había descubierto uno más de los tesoros la ciudad.

Más info en: http://www.iaa.fadu.uba.ar/cau/?cat=487

Ley 25.743: http://www.iaa.fadu.uba.ar/cau/?page_id=9

Evento de candomberos

El domingo pasado, 6/12/09 concurrí por casualidad a un evento de candomberos en pleno barrio de San Telmo. No es raro encontrarse en este barrio los domingos con desfiles de tamborilleros reproduciendo en sus tambores la cadencia rítmica de su música.

Comencé a escuchar los golpeteos estrepitosos de los tambores a eso de las 4 pm desde la ventana de mi habitación. Veía gente asomada a los balcones del edificio que mira hacia la calle Chile y supuse que allí había comenzado la celebración. Salí a ver, curiosa, expectante del espectáculo que sonaba más abajo y que me traían los sonidos tamboriles.
Estaba en lo cierto. Todo a lo largo de la calle Chile, entre Bolivar y Defensa, la gente de diferentes naturalezas y profesiones-tamborilleros, familias, turistas y la prensa- rodeaba los fuegos que templan los parches de los tambores. Ya había visto esta operación cuando el año pasado presencié el desfile, pero no entendí de qué se trataba hasta el domingo pasado.

Saqué algunas fotos y me alejé por Bolivar, sin saber que esta calle sería la vía por donde avanzaría en escasos minutos el cortejo.


Di vuelta por Carlos Calvo y retomé por Defensa. Para estos momentos la procesión ya comenzaba. Los grupos avanzaban con banderas, estrellas, mujeres emplumadas. Había niñas bailando al compás de los tambores, moviendo alegremente caderas, brazos, piernas. Hombres con barbas blancas y vestidos con trajes burlescos las acompañaban. Los rostros de todos estaban extraordinariamente maquillados. Sonrisas dibujadas. Como siempre en estas comitivas la alegría se adueña de los participantes.
Los personajes repetidos -bailarinas, escobilleros, mamazas- acompañan a la columna de músicos lo mismo que las infaltables y enormes banderas que identifican a cada grupo candombero.

Los rascacielos de Termópolis


Las cimas redondeadas de sus brillantes picos punzan el cielo y la luz reflejada en ellos forma una estela que enceguece al dirigir nuestras miradas a estos totems de acero inoxidable de gris plomizo.
Allí se alzan, de diferentes alturas, sobre la trama arbitraria. Se creador espera. La gente mira de reojo; algunos se detienen. Miran. Preguntan. Y Termópolis cambia, todos los días según el ánimo de su creador, que espera.
Todos los días el creador levanta esta ciudad del futuro, ciudad sin ventanas, sin veredas.
Termópolis está en Florida, pero cambia, nunca es la misma ni está en el mismo lugar.
Las superficies curvas dan libertad al movimiento; el viento se cuela por sus cuerpos fríos, metálicos, inmutables, aunque por dentro sean inertes. Por dentro nada se sabe de la suerte del clima de afuera.
Termórpolis es una ciudad de frías torres que ocultan su verdadera razón de ser en su venidero tórrido interior. Esperan algún día ser rescatados de su urbana circunstancia para volverse útiles y para pertenecer al lugar donde cobre propósito su vida.
Por el momento, esperan pacientes en su condición de ciudad dentro de otra ciudad. Se yerguen orgullosos a pesar de saberse -por el momento- inservibles.
Son, como ambicionó Le Corbusier, los rascacielos de la imaginada ciudad vertical.

Evento de la comunidad boliviana en Av. de Mayo

Ayer, sábado 17 de octubre se celebró un evento de la comunidad boliviana residente en Argentina. Como en varias ocasiones, estos festejos están llenos de color y algarabía. No era la primera vez que veía un festejo de esta índole en el centro porteño. Los festejantes, vestidos con prendas típicas algunas y otras un poco heredadas de la tradición española que vino a colonizar los territorios de América desde aproximadamente el siglo XVI, circulaban desde el monumento a Roca frente a la Manzana de las Luces hasta la avenida de Mayo y seguían por allí hasta la avenida 9 de Julio. Bailarines se intercalaban con trompetistas y todos avanzaban lentamente mostrando coloridos trajes con brillos y con máscaras. Todos parecían concentrados en tratar de seguir bien el ritmo general del desfile.


Pero más allá de todo eso, de los colores y los brillos, lo que se sentía en el aire era una sencillez y una manera de ser de los bolivianos que a mí me parece admirable. Los porteños, tal vez los argentinos, somos muy críticos con respecto a ciertas culturas y no vemos lo valioso de éstas. Por cuestiones geográficas, los bolivianos, que tienen que combatir el apunamiento, son de movimientos suaves. Tienen una relación con la tierra mucho más fuerte que nosotros. Supongo que no es casualidad que haya tantas verdulerías atendidas por bolivianos. Ellos están aferrados a una cultura de la tierra y de los frutos de ella. Se sienten cómodos sentados directamente en el suelo y son muy agradecidos de la pachamama y de la fertilidad. Adoran a sus hijos y no hubo nunca ocasión en que yo no haya visto que los tienen muy prolijos y educados.

Y todas estas características, que quedan un poco fuera de contexto en una geografía tan diferente a la que están acostumbrados pero que son tan valiosas, aquí se las desprestigian. Yo, por mi parte, las veo objeto de admiración. Admiro, como en cualquier persona, esa capacidad de amar y de aferrarse a ciertas cosas, ese sentirse orgullosos, acaso apasionados, de y por otras personas, por sus familias, sus tradiciones. No sé si aspiran a más, no creo que estén muy interesados a tener puestos gerenciales o a viajar por el mundo. Lo único que quieren es tener una familia y vivir en paz. Y lo tienen. Por eso también mi admiración.


Nota al pie: sólo una cosa me llamó a atención. Ayer, 17 de octubre, era el día de la Lealtad Peronista. Uno se imaginaría entonces, como me imaginé en un principio yo al acercarme a la avenida de Mayo, que ese día la Plaza de Mayo, lugar preferido por peronistas y donde Evita solía hablar a la multitud desde el balcón de la Casa Rosada, estaría llena de seguidores de los K. Pero eso no sucedió. Creo que aquí, de esta manera, se ve claramente el juego de poder de unos y otros. Supongo que ni a los K ni a los peronistas les gustó mucho el evento boliviano, pero a mí me pareció buenísimo.

3º Concurso fotográfico Fotoclub Buenos Aires


Soy sólo una aficionada a la fotografía a la que le gusta más ver fotos que sacarlas. Pero impulsada por mi novio y mi hermana intento cada tanto incursionar en ese mundo de exposiciones, sub y sobre-exposiciones, de asas, de lentes, de focos. Admito que soy malísima encuadrando y que todavía no encontré la manera de mostrar lo que yo veo a través de la fotos. Y, sin embargo, un poco por cabeza dura, y otro poco buscando un alisiente para que la gente que yo quiero se presente a concursos de fotografía, ocurrió la tonta y alegre injusticia (jajaja) de que una de mis fotos fue elegida. Es por eso que quería invitarlos a la muestra de fotos premiadas y elegidas en el Fotoclub de Hipólito Yrigoyen 834 del 19 de octubre 2009 al 6 de noviembre del mismo año.

La que pongo es la foto elegida.

San Isidro - Barrio histórico

Primero debo aclarar que si bien San Isidro no está dentro de la Capital Federal (condición que me impuse para todos los artículos de este blog), de todas maneras lo considero dentro de este blog porteño, por su cercanía con el río, por tener que ver con la historia de la ciudad de Buenos Aires y por ser, de alguna manera, también “porteño” (adjetivo gentilicio que nos ha dado el puerto).



Pueblo de tranquilas callecitas empedradas y veredas cargadas de árboles, con el río como compañía bajo la barranca, San Isidro guarda parte de la historia de Buenos Aires en sus apacibles baldosas. Atesora hoy en día, como lo hiciera antaño, algunas de las casas quintas de personajes que han influido en nuestra historia y nuestra cultura. En sus orígenes fue tierra de pescadores y labriegos que se dispusieron en las cercanías de la capilla de San Isidro Labrador pero también allí se construyeron quintas por cuyas salas se ha escrito la historia argentina. Entonces lo llamaban Pago de Monte Grande o Pago de la Costa hasta que Domingo de Accasuso, devoto de San Isidro Labrador, levantase una capilla a su santo predilecto (ver Catedral de San Isidro). Así, los pobladores fueron agrupándose alrededor de dicha capillita y el pueblo de San Isidro fue creciendo.

En este contexto de verdes arboledas y dulce aroma a plantas, hoy se conservan tres casas de gran valor histórico y cultural. Dos chacras, la quinta de Pueyrredón o Chacra del Bosque Alegre, y la quinta de los Ombúes y la casa de los Ocampo. En esta ocasión voy a hablar de las dos primeras.

Las dos casas son de similar configuración: se desarrollan a partir de un patio central, tienen al menos una cara que da hacía la barranca del río, su construcción es modesta debido a una pobre calidad constructiva al momento de su erección, sus paredes exteriores son blancas. Actualmente las dos quintas son museos junto con la Villa Ocampo.

Nuestro recorrido comenzó en la Quinta Pueyrredón, aquella donde vivió el pintor Prilidiano Pueyrredón y su padre, Juan Martín de Pueyrredón. La casa, de construcción principalmente colonial se desarrolla a partir de un gran patio, herencia de las domus romanas (ver historia de las casas bonaerenses) y las habitaciones se van disponiendo fragmentariamente alrededor de él. Los volúmenes, se fueron adicionando según las necesidades de la familia. El mirador, que fuera taller de Prilidiano, fue construido por su padre para tal fin. Sobre la fachada que mira al río, una columnata toscana enmarca la galería y se abre al jardín y a la barranca donde árboles añosos reptan ladera abajo. Esta galería fue hecha por Prilidiano en estilo neoclásico. Hacia la derecha, el bebedero de caballos, la cochera de carruajes y la casa de los chacareros. Y más allá las caballerizas con una escallerilla de madera hacia un primer piso, donde probablemente vivía el cuidador de la estancia durante la ausencia de los dueños.

La casa es actualmente museo y guarda algunos recuerdos de la historia argentina, más que nada de las costumbres de la aristocracia, una cocina con mesada de ladrillos, un comedor ambientado a la época de los primeros habitantes de la casa, pinturas de Prilidiano Pueyrredón.

Luego, seguimos por la quinta Los Ombúes, ubicada en el paseo de los Tres Ombúes (dos de los cuales han tristemente muerto) que fuera propiedad de Mariquita Sanchez de Thompson. En esta casa, dispuesta en ángulo con la barranca, lo que permite que dos de sus lados tengan vistas al río, el patio está actualmente techado y contiene un aljibe revestido en azulejos. Ya desde el acceso, que supongo antes fue el de servicio, los azulejos van guiando el recorrido: pasando la puerta-cancél que nos permite ingresar, un banco revestido en graciosos cerámicos azules y una pequeña fuente de hermosos colores reposan sobre una alfombra de azulejos de figuras de cuentos: un hombrecito, un rey león, una flor, una estrella. Muy probablemente Mujica Lainez, quien pasó allí un breve tiempo durante su adolescencia se inspiró en estos cerámicos para escribir “El hombrecito del azulejo”. Me imagino a señoras de alta sociedad en calurosos veranos sentadas al frescor de la diminuta fuente. Ya hacia la barranca, que se abre a través de una galería techada, el jardín ofrece el disfrute de la vista.

En este museo hay, entre otras cosas, planos de San Isidro que muestran la antigua división de Garay de 1580 de los terrenos de la costa, que iban desde Buenos Aires y llegaban hasta donde hoy comienza San Fernando. Los terrenos eran de menor ancho que profundidad, de manera que, con esta disposición, todos tuviesen una salida al río. La profundidad desde el río era de una distancia de una legua, por eso hoy hay una calle que se llama “Fondo de la Legua”.

También se pueden encontrar juegos de mobiliario de época, pinturas de Prilidiano Pueyrredón, hogares de hierro y de mármol, un cuarto con la historia de la capilla (hoy catedral) de San Isidro y otros objetos de relevancia histórica.

Catedral de San Isidro

Los comienzos de San Isidro están indudablemente relacionados con la construcción de una capilla y capillanía por parte de Domingo de Acassuso, devoto de San Isidro Labrador, alrededor de la cual labriegos y pescadores fueron asentándose.
Acassuso, de origen vazco, y quien se enriquese con el comercio de esclavos, se hace de tierras en la zona norte de Buenos Aires y decide levantar allí una capilla a su patrono hacía 1706. Con el correr del tiempo, el barrio fue creciendo y fue poblándose de quintas razón por la cual la capilla fue quedando chica y es reemplazada en 1720 por la construcción de una primer iglesia con cubierta en abóvedada y con una torre. Pero su arquitectura era de mala calidad y en 1785 fue reformada y se le adiciona una segunda torre.
La población siguió creciendo y la iglesia quedó insufisiente. Razón por la cual, hacía 1895, se proyecta un nuevo templo de estilo neogótico con capacidad para 3000 personas, que es la actual catedral que todos conocemos.
De un modo o de otro, el relato histórico viene a manera de introducción para un comentario que me urge hacer, y que es el siguiente: cuando vi la foto de la antigua iglesia de San Isidro en el Museo de Los Ombúes, en esta localidad, me di cuenta de que las similitudes de ésta con la iglesia de Santo Domingo en la Capital Federal son grandes: las proporciones rectangulares de la fachada con el frontis que se desarolla entre las dos torres (en Santo Domingo interrumpido por una abertura), las torres, muy similares aunque en SAn Isidro fueron más bajas, el remate de las mismas, las cornisas, entre otras cosas.
Agrego unas imágenes para que sigan mi comparación.

Avances de filmación "Crimen nocturno"

Estas son fotos de la filmación de "Crimen nocturno", uno de los cortos de la serie de Crónicas Porteñas.

Tango

Me recuerdo, cuando era chiquita, tarareando una música que me parecía alegre, con un ritmo que siempre me gusta encontrar en las cosas, en las personas, en los edificios, en las ciudades. Lo escuchaba en mi cabeza sin darle la menor importancia. Y tuvieron que pasar varios años, hasta mi adolescencia, para que sin siquiera buscarlo, me diese cuenta que esa música era del tango "El choclo". Nombre gracioso para un tango y que, al igual que este ùltimo, tiene un origen incierto.
No fue por mis abuelos, ni por que me haya surgido curiosidad por la danza del tango; supongo que fue, tal vez, por causas que no tenían nada que ver con el tango en sí mismo, del que conocía apenas alguna canción. Vaya a saber uno por qué, pero resultó que me anoté para tomar unas clases de tango-danza extracurriculares en mi colegio secundario. Y allí comenzó una historia de desamor que supongo no va a terminar nunca. No es que me ponga arrabalera, pero he vuelto y he abandonado al tango tantas veces como vueltas a la pista tiene una milonga.
He sido "dócil" (como ha dicho un profesor de mí) compañera de baile, tal vez un poco tímida. Sé que no me he entregado del todo, ni cuando bailo, ni cuando una y otra vez vuelvo al abrazo, al equilibrio, al ritmo, a la pasión del tango. ¿Por qué no lo he hecho? Es cosa mía. Tal vez tangueros viejos digan que solo hace falta entregarse para nunca abandonar al tango. Pero a mí me pinta la desconfianza. Y además, si he de entregarme, sólo es a una persona.
En el tango, en cada abrazo hay pasión, pasión que muchas veces sobrepasa las pistas y se vuelve necesidad del otro, de su cuerpo, de sus miradas y sus roces, de sus balanceos y hasta de sus pisotones. Y es por eso que cada vez que me acerco al tango termino huyendo. Porque me es muy difícil enamorarme de los hombres (como seres humanos), aunque, sin embargo, me apasiono por sus obras, por lo que han hecho o por lo que sienten. El tango ya se ha enamorado de mí. Y yo me fui. Y no quiero que eso vuelva a pasar. Y pedir que no pase es tan imposible como pedirle a un pez que respire fuera del agua.
En el tango-danza hay ritmo. Hay que saber escuchar. Cuando uno sabe unos pasos, y tiene un buen compañero que guíe, se puede cerrar los ojos y dejarse llevar. Saber escuchar es, para mí, casi más importante que saber pivotear, hacer un ocho, un gancho o un final que ni te cuento. Para mí siempre es la música la que lleva, la que dicta. Ciertamente hay otras cosas en el tango-danza además del ritmo. Pero ésto fue lo que me atrajo en un principio y siempre, no lo dudo, lo hará.

Y así fue como la basura se apoderó de la ciudad...

8:30 pm. Vuelvo del trabajo por la calle Bolivar. A medida que voy subiendo hacia San Telmo mi recorrido se ve obstaculizado por montañas de basura que las actividades de la city generan día a día. El primer accidente orográfico lo encuentro en Bolivar y Venezuela, a unos metros de la agencia Telam. Allí, apilados entre cajas de cartón y carcasas de viejas computadoras, se mezclan los restos de lo que fue alguna vez una silla o un banco, unas guías telefónicas y otros artículos varios de utilidad oficinística. Sobre los desechos orgánicos e inorgánicos revolotean un par de manos, dos pares de manos, revolviendo los poliestilenos oscuros o blancos, a veces de otros colores, de las bolsas de residuos. Entre las cáscaras de naranjas y los bollos de un diario viejo emerge tristemente una muñeca semipelada y de ojos enormes. Sabe su final.


Calle Defensa

Su nombre ha cambiado varias veces pero su esencia no. Nació como vía que unía el fuerte con el puerto del Riachuelo. Pensemos que las costas de Buenos Aires no eran aptas para recibir a los barcos hacia mediados de 1700. Un banco de arena bordeaba el río dejando, entre él y la costa, una especie de foso más profundo por donde los barcos entraban hasta el Riachuelo y allí descargaban las mercaderías. El trayecto que unía esos dos puntos, desde los arrabales del puerto hasta el fuerte, era una calle de tierra que bordeaba la barranca, por donde transitaban los carros repletos de productos.
Y ese espíritu de calle de tránsito, de un tránsito que fue antes que nada a tracción a sangre, de un tránsito marcado por el ritmo de los andares de los caballos, sigue intacto en Defensa. En ninguna de las calles paralelas a ella -y en ninguna otra calle de Buenos Aires - se siente tan fuerte la presencia de la historia, no tanto por las construcciones que hacia ella vuelcan sus fachadas, sino por el sentimiento de que es una calle que nos obliga a apropiarnos de ella, como lo hicieron hace años los mercaderes.
Sobre sus límites surgieron los "huecos" o lugares donde los comerciantes paraban a descansar. La placita Dorrego era un antiguo hueco de la calle Defensa. Cuando existían los mercados de abasto (muchos de los cuales fueron "desapareciendo", o, mejor dicho, los fueron desapareciendo) las carretas con mercaderías paraban en estos descampados para que los caballos tomaran agua. Lamentablemente esos mercados (el de San Telmo y el de Abasto por suerte aún en pie) y sus "huecos" fueron olvidándose con el nuevo progreso de la ciudad y los nuevos medios de transporte.
Pero más allá de todo, Defensa siempre supo conservar su eterna esencia y su modestia, más allá de codearse con la parte más nueva de la ciudad -podemos distinguir las torres de Puerto Madero en sus bocacalles-, más allá de albergar casas de 1800 (reconocibles por sus ventanas y rejas en forma de arco. Las rejas como elemento reconocedor de su antigüedad) y de años posteriores, más allá de que sus empedrados sean recorridos hoy por gente en actividades diversas y completamente diferentes a las que le dieron origen.
Si alguna vez pasean por el casco histórico de Buenos Aires, no olviden caminar por Defensa y aprópiense de sus empedrados.

Los intrincados misterios de la Buenos Aires subterranea

¿Alguna vez han cruzado el Pasaje Roverano, aquel que se encuentra entre Av. de Mayo y H. Yrigoyen, detrás del nuevo edificio del Cabildo (bah... decir nuevo, viejo... ese Cabildo fue hecho y deshecho tantas veces que no tiene más que algunas paredes del original y, además, el edificio que está pegado al Roverano es de 1960, de Bustillo, en una interpretación de arquitectura colonial - fíjense en una inscripción en relieve casi invisible al lado del portón que da al patio sobre Av. de Mayo)? Si lo han hecho, si lo han cruzado, seguro notaron los balconeos a una planta inferior, o sea a un subsuelo, y si han inspeccionado un poco más, habrán intuido que probablemente ese subsuelo se conecte con el subte A. Y de hecho lo hace. En la estación Perú, casi el final del andén, del lado que va a Caballito/Flores hay unas rejas bajas y un policía restringiendo el acceso que evidentemente da al subsuelo del Pasaje Roverano. ¿Por qué tanta seguridad? Más allá de cuán insegura sea la ciudad en estos días, sospecho que desde esta entrada se puede acceder directamente a la Legislatura sin salir del subte. Debo inspeccionar un poco más la situación, pero no me parecería raro; si al Ministerio de Economía se puede acceder directamente desde el subte, ¿por qué sería diferente el caso de la Legislatura?
Lo cierto es que estoy más que segura que bajo sus edificios y sus veredas, Buenos Aires tiene un mundo subterráneo oculto. Los sótanos de avenida de Mayo, por ejemplo; nada más raro que bajo una vía pública haya sótanos privados. Pensemos que, originariamente, donde está ahora la avenida, había casonas, que probablemente tuviesen sótanos. No quiero imaginarme los misterios que hay debajo de esta avenida de apariencia tan española.
Otros ejemplos son los túneles hechos por los jesuitas en los años de la colonia, antes de su expulsión en 1767. Nadie parece hacerse una idea de por qué fueron hechos, aunque unen piezas claves de la ciudad de ese momento: las iglesias. Para contrabando, para escape, probablemente para ambas cosas. Los jesuitas traían conocimientos de Europa y no creo que hayan obviado algunos mecanismos militares del viejo mundo.
Pero también en Floresta, la quinta de los Olivera oculta túneles, lo mismo que los hospitales psiquiatricos de la Boca o Barracas. O la antigua Aduana Taylor, que estaba donde ahora está la Plaza con el monumento a Colón detrás de la Casa Rosada, y que tenía la misma forma circular que hoy tiene esta "plaza" (está toda vallada mis queridos).
Historias van, historias vienen, lo que sabemos es que el suelo de Buenos Aires, en gran parte, es apto para construcciones por debajo del nivel del terreno; cuestión que nos permite sospechar que pisada tras pisada el corazón delator de la ciudad está palpitando, a la espera de que algún loco decida levantar los mantos que lo ocultan de su oscuro escondite. De hecho el sitio mismo de la primera fundación por Pedro de Mendoza todavía es una incógnita. Muchos lo suponen cercano al actual Riachuelo pero sus rastros y su exacta ubicación han quedado ocultos a la moderna Buenos Aires. Los intentos de su búsqueda no han dado frutos aún pero ganas no faltan... http://www.primerabuenosaires.com.ar/?page_id=7

Carlos Morra

Algunas veces pasába por la vereda sin detenerme mucho a verlo. Me habían llamado la atención las grandes farolas que cuelgan en la fachada. Alguna vez pude ver hacia adentro por pequeños paños entreabiertos de las puertas, más allá de las escalinatas de entrada. Bóvedas finamente pintadas con frescos, una escalera de barandas con apliques de bronce. Hasta alguna vez me pareció escuchar salir música de allí adentro. La cuestión es que nunca le presté mucha atención a este edificio donde parecía no moverse nada, entre abandonado y fantasmal, en una calle, Mexico casi Perú, de casas tomadas y algún restaurant para turistas.


Mi hermana estudiaba idiomas en el laboratorio de idiomas de la Universidad de Buenos Aires de la calle 25 de Mayo. Alex y yo la fuimos a buscar por allí un día después del trabajo. Nunca habíamos estado en el edificio. Ya mi hermana me había dicho que había sido un hotel y luego un banco y que ahora se daban clases de idiomas.


El edificio nos gustó mucho aunque su estado de mantenimiento viene en declive hace años. Los pisos, los vitrales que casi no se ven, la boiserie, las miles de habitaciones, recovecos, huecos, la escalera que balconea majestuosamente hacia la planta baja. Fue allí que me di cuenta. Las barandas. Las barandas eran las mismas que había visto casi por casualidad en el edificio de la calle Mexico. Y así busqué información de los dos edificios y di con que los dos habían sido diseñados por el mismo arquitecto, Carlos Morra. Tanta casualidad ocurrida en apenas unos días de diferencia y sumado, además, a que Morra no tiene muchos edificios más contruídos en Buenos Aires más allá de éstos, la escuela Roca enfrente a Tribunales y otros colegios.


El edificio de la calle México, actual Sala de Musica, comenzó a contruirse para la lotería nacional pero en medio de la obra cambió de finalidad y pasó a ser Biblioteca Nacional, donde trabajo Borges.


El edificio de la calle 25 de Mayo al 200 fue el Hotel Palace, encargado por el empresario de transportes Mihanovich. Hacia 1929, con la crisis mundial, el hotel, donde De La Cárcova tuvo su taller por algún tiempo, debe cerrarse.


En uno y otro, Morra debe haber trabajado con el mismo forjador de metales. Presten atención cuando visiten estos edificios en los globos de bronce de las barandas de las escaleras, como también (de más está decirlo) en el resto de la arquitectura y sus detalles.
Farolas en la fachada de la Sala Nacional de Musica.
Barandas en el ex Hotel Palace (hoy laboratorio de idiomas de la UBA).

Colonia del Sacramento

Colonia del Sacramento, en Uruguay, es una ciudad tranquila y apacible; tanto, que nadie diría que oculta una historia convulsionada en cuanto a sus orígenes: pasó de manos portuguesas a españolas tantas veces que terminamos confundidos. Fue deseada, como ciudad estratégica para el contrabando de riquezas traídas de Potosí, no sólo por españoles y portugueses, sino también por ingleses y franceses. Su geografía particular, de arco invertido y especialmente la punta de dicho arco, donde se asienta el casco histórico, rodeada por el río en tres de sus lados, con pequeñas islas cercanas, sirvieron de asentamiento y enclaves claves para atacar, defender y controlar el movimiento marino. Luego, cuando el oro y la plata de América dejaron de circular por estas vías, por causas de independencia, Colonia perdió importancia y fue dejada de lado, enhorabuena. Gracias a la falta de interés que nusitaba Colonia hacia 1777, fue que aún hoy se conserva gran parte, sino toda, la historia de aquella pequeña ciudad.


Cientos de veces me he preguntado cómo sería Buenos Aires antes de que explote como metrópolis, cuando todavía era una aldea. Y Colonia es la respuesta más acertada a mis incertidumbes. Allí, donde a nadie le importó construir torres ni rascacielos, donde nadie excavó subterráneos ni estacionamientos, donde ningún colectivo tiene intenciones de entrar, es donde perdura la historia, tan intacta que es casi increíble creerlo. Increíble entrar a una casa de hace trescientos años como si hubiera estado construida ayer, con todos sus utensilios en buen estado, con sus carpinterías y muebles. Increíble.

De más está recomendar una vueltita por la hermana "gemela" de Buenos Aires, de suerte olvidada por los grandes emprendedores inmobiliarios y el "progreso" que demuele patrimonio, justo al otro lado del Río de La Plata.