Recuerdo que mi abuela me llevaba a tomar el té en
sus inmensos salones hace más de veinte años. Lo que más recuerdo son las
bandejas de facturas que venían en platillos en diferentes niveles. El más
pequeño arriba y así crecían hacia abajo. Todos estaban unidos por un palillo
vertical. Era como una cascada de facturas, de las más ricas que había. La
imagen es borrosa pero también recuerdo delante de esa bandeja que era como una
fuente de pastelerías dulces una gran taza de café con leche.
Ir a tomar el té en la Richmond era un gusto que
se daba mi abuela cuando íbamos desde Floresta al centro a hacer un trámite.
Probablemente ella la haya conocido desde mucho antes. Probablemente la haya
visitado en su juventud. Y ese placer que era para ella sentarse en los sillones
Chesterfield de cuero y en las mesas redondas y de madera maciza de estilo
inglés, como el resto de la decoración, envueltas las paredes con una boiserie
de roble de Eslavonia y con arañas holandesas de bronce y opalina es uno de los
recuerdos de ella que atesoro con más cariño.
Hoy nos encontramos en los medios con la triste
noticia de que van cerrarla para hacer un local de venta de artículos
deportivos. Y la verdad es que no podemos dejar que eso pase. La Confitería
Richmond es parte de nuestro pasado, del de Buenos Aires y del de muchos de
nosotros. Si sólo entendiéramos la historia de la calle Florida y la
resistencia de la confitería al paso del tiempo que fue degradando a la
peatonal hasta darle ese aspecto entre decadente y perturbador que hoy tiene entonces
estaríamos todos de acuerdo en que debemos preservar. Que no se mal entienda:
Florida es una de las calles predilectas de la ciudad pero que ha cambiado, no
podemos negarlo. Tratemos de imaginarla como Manucho la describe en “La Casa” y
no nos costará creerlo.
Propongo que hagamos algo por la Richmond, por
mínimo que sea: postemos en nuestros blogs, comentemos en los medios,
twittemos. Tenemos que salvar a la Richmond.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Podés dejar tu comentario cliqueando en "Anónimo" si no tenés cuenta de gmail.
Luego, escribís las letras que aparecen en un recuadro y finalmente aceptás en "Publicar comentario".
Ojo, suele tardar un rato hasta que se cargua el comentario.