Tango

Me recuerdo, cuando era chiquita, tarareando una música que me parecía alegre, con un ritmo que siempre me gusta encontrar en las cosas, en las personas, en los edificios, en las ciudades. Lo escuchaba en mi cabeza sin darle la menor importancia. Y tuvieron que pasar varios años, hasta mi adolescencia, para que sin siquiera buscarlo, me diese cuenta que esa música era del tango "El choclo". Nombre gracioso para un tango y que, al igual que este ùltimo, tiene un origen incierto.
No fue por mis abuelos, ni por que me haya surgido curiosidad por la danza del tango; supongo que fue, tal vez, por causas que no tenían nada que ver con el tango en sí mismo, del que conocía apenas alguna canción. Vaya a saber uno por qué, pero resultó que me anoté para tomar unas clases de tango-danza extracurriculares en mi colegio secundario. Y allí comenzó una historia de desamor que supongo no va a terminar nunca. No es que me ponga arrabalera, pero he vuelto y he abandonado al tango tantas veces como vueltas a la pista tiene una milonga.
He sido "dócil" (como ha dicho un profesor de mí) compañera de baile, tal vez un poco tímida. Sé que no me he entregado del todo, ni cuando bailo, ni cuando una y otra vez vuelvo al abrazo, al equilibrio, al ritmo, a la pasión del tango. ¿Por qué no lo he hecho? Es cosa mía. Tal vez tangueros viejos digan que solo hace falta entregarse para nunca abandonar al tango. Pero a mí me pinta la desconfianza. Y además, si he de entregarme, sólo es a una persona.
En el tango, en cada abrazo hay pasión, pasión que muchas veces sobrepasa las pistas y se vuelve necesidad del otro, de su cuerpo, de sus miradas y sus roces, de sus balanceos y hasta de sus pisotones. Y es por eso que cada vez que me acerco al tango termino huyendo. Porque me es muy difícil enamorarme de los hombres (como seres humanos), aunque, sin embargo, me apasiono por sus obras, por lo que han hecho o por lo que sienten. El tango ya se ha enamorado de mí. Y yo me fui. Y no quiero que eso vuelva a pasar. Y pedir que no pase es tan imposible como pedirle a un pez que respire fuera del agua.
En el tango-danza hay ritmo. Hay que saber escuchar. Cuando uno sabe unos pasos, y tiene un buen compañero que guíe, se puede cerrar los ojos y dejarse llevar. Saber escuchar es, para mí, casi más importante que saber pivotear, hacer un ocho, un gancho o un final que ni te cuento. Para mí siempre es la música la que lleva, la que dicta. Ciertamente hay otras cosas en el tango-danza además del ritmo. Pero ésto fue lo que me atrajo en un principio y siempre, no lo dudo, lo hará.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Podés dejar tu comentario cliqueando en "Anónimo" si no tenés cuenta de gmail.
Luego, escribís las letras que aparecen en un recuadro y finalmente aceptás en "Publicar comentario".
Ojo, suele tardar un rato hasta que se cargua el comentario.