San Isidro - Barrio histórico

Primero debo aclarar que si bien San Isidro no está dentro de la Capital Federal (condición que me impuse para todos los artículos de este blog), de todas maneras lo considero dentro de este blog porteño, por su cercanía con el río, por tener que ver con la historia de la ciudad de Buenos Aires y por ser, de alguna manera, también “porteño” (adjetivo gentilicio que nos ha dado el puerto).



Pueblo de tranquilas callecitas empedradas y veredas cargadas de árboles, con el río como compañía bajo la barranca, San Isidro guarda parte de la historia de Buenos Aires en sus apacibles baldosas. Atesora hoy en día, como lo hiciera antaño, algunas de las casas quintas de personajes que han influido en nuestra historia y nuestra cultura. En sus orígenes fue tierra de pescadores y labriegos que se dispusieron en las cercanías de la capilla de San Isidro Labrador pero también allí se construyeron quintas por cuyas salas se ha escrito la historia argentina. Entonces lo llamaban Pago de Monte Grande o Pago de la Costa hasta que Domingo de Accasuso, devoto de San Isidro Labrador, levantase una capilla a su santo predilecto (ver Catedral de San Isidro). Así, los pobladores fueron agrupándose alrededor de dicha capillita y el pueblo de San Isidro fue creciendo.

En este contexto de verdes arboledas y dulce aroma a plantas, hoy se conservan tres casas de gran valor histórico y cultural. Dos chacras, la quinta de Pueyrredón o Chacra del Bosque Alegre, y la quinta de los Ombúes y la casa de los Ocampo. En esta ocasión voy a hablar de las dos primeras.

Las dos casas son de similar configuración: se desarrollan a partir de un patio central, tienen al menos una cara que da hacía la barranca del río, su construcción es modesta debido a una pobre calidad constructiva al momento de su erección, sus paredes exteriores son blancas. Actualmente las dos quintas son museos junto con la Villa Ocampo.

Nuestro recorrido comenzó en la Quinta Pueyrredón, aquella donde vivió el pintor Prilidiano Pueyrredón y su padre, Juan Martín de Pueyrredón. La casa, de construcción principalmente colonial se desarrolla a partir de un gran patio, herencia de las domus romanas (ver historia de las casas bonaerenses) y las habitaciones se van disponiendo fragmentariamente alrededor de él. Los volúmenes, se fueron adicionando según las necesidades de la familia. El mirador, que fuera taller de Prilidiano, fue construido por su padre para tal fin. Sobre la fachada que mira al río, una columnata toscana enmarca la galería y se abre al jardín y a la barranca donde árboles añosos reptan ladera abajo. Esta galería fue hecha por Prilidiano en estilo neoclásico. Hacia la derecha, el bebedero de caballos, la cochera de carruajes y la casa de los chacareros. Y más allá las caballerizas con una escallerilla de madera hacia un primer piso, donde probablemente vivía el cuidador de la estancia durante la ausencia de los dueños.

La casa es actualmente museo y guarda algunos recuerdos de la historia argentina, más que nada de las costumbres de la aristocracia, una cocina con mesada de ladrillos, un comedor ambientado a la época de los primeros habitantes de la casa, pinturas de Prilidiano Pueyrredón.

Luego, seguimos por la quinta Los Ombúes, ubicada en el paseo de los Tres Ombúes (dos de los cuales han tristemente muerto) que fuera propiedad de Mariquita Sanchez de Thompson. En esta casa, dispuesta en ángulo con la barranca, lo que permite que dos de sus lados tengan vistas al río, el patio está actualmente techado y contiene un aljibe revestido en azulejos. Ya desde el acceso, que supongo antes fue el de servicio, los azulejos van guiando el recorrido: pasando la puerta-cancél que nos permite ingresar, un banco revestido en graciosos cerámicos azules y una pequeña fuente de hermosos colores reposan sobre una alfombra de azulejos de figuras de cuentos: un hombrecito, un rey león, una flor, una estrella. Muy probablemente Mujica Lainez, quien pasó allí un breve tiempo durante su adolescencia se inspiró en estos cerámicos para escribir “El hombrecito del azulejo”. Me imagino a señoras de alta sociedad en calurosos veranos sentadas al frescor de la diminuta fuente. Ya hacia la barranca, que se abre a través de una galería techada, el jardín ofrece el disfrute de la vista.

En este museo hay, entre otras cosas, planos de San Isidro que muestran la antigua división de Garay de 1580 de los terrenos de la costa, que iban desde Buenos Aires y llegaban hasta donde hoy comienza San Fernando. Los terrenos eran de menor ancho que profundidad, de manera que, con esta disposición, todos tuviesen una salida al río. La profundidad desde el río era de una distancia de una legua, por eso hoy hay una calle que se llama “Fondo de la Legua”.

También se pueden encontrar juegos de mobiliario de época, pinturas de Prilidiano Pueyrredón, hogares de hierro y de mármol, un cuarto con la historia de la capilla (hoy catedral) de San Isidro y otros objetos de relevancia histórica.

1 comentario:

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